Nací y crecí los primeros años de mi vida en el barrio del Parque de las Avenidas en Madrid. A los 8 años nos mudamos a la Alameda de Osuna donde estuve hasta los 24. Pero daba igual el barrio que fuera o el tipo de amigos con los que estuviera, desde pequeño mi madre me enseñó que una de las cosas más importante era llevarse bien con todo el mundo, todos somos iguales.
Recuerdo que cuando era pequeño, e iba cogido de la mano de mi madre, paseando por la calle saludaba a las personas, y aunque muchas me respondían con un afectuoso “¡hola!” o “mira qué mono…” había otras que no me decían nada.
Siempre me ha llamado la atención la diferencia en el comportamiento de las personas cuando a priori todos somos iguales.
Cada uno de nosotros tiene la libertad de decidir, no hay división de clases, no hay esclavo ni amo, sólo educación y creatividad.
En una sociedad moderna como la actual, la mayoría de nosotros nos consideramos personas normales. No descendemos de la aristocracia ni ejercemos el poder político. No ocupamos cargos políticos que digan a la gente qué tiene que hacer o qué no. No definimos las normas. La mayoría de nosotros solo seguimos las reglas establecidas por el gobierno y nos limitamos a respetar aquello que decía el filósofo Jean-Paul Sartre de “mi libertad termina donde comienza la de los demás”.
La pandemia que vivimos a nivel mundial ha hecho que mucha gente se de cuenta del enorme poder que tiene el Estado. Decidir si te tienes que quedar en casa o puedes salir a la calle, si te puedes juntar 6 o 10 personas, si tienes que tener la ocupación de tu local al 50%,… .
Muchas personas se sienten impotentes porque viven a merced de lo que dicta el gobierno, y no se dan cuenta de que el verdadero poder reside en ellos mismos.
El poder eres tú.
Y no, no me refiero a que tengas el derecho de acudir a manifestaciones o reivindicaciones.
Me refiero al poder que tienes en ti, el poder de crear.
Cada mañana cuando te despiertas, es un nuevo día en el que poder crear algo que cambie el mundo. Puede que no cambies el mundo entero, pero seguro que con pequeños cambios puedes ayudar a mejorar tu empresa o tu comunidad de vecinos, o incluso la relación con tu familia o ayudar a tu círculo cercano.
Si conseguimos transformar un simple tronco de un árbol en un mueble o crear aviones… tenemos el mismo poder que Dios usó para crear montañas y mares, el poder de la transformación.
Si puedes escribir palabras, dibujos o hacer fotos que evocan emociones en las personas y hacerlas sentir algo, o mirar algo desde una perspectiva diferente, tienes el poder supremo del creador.
Si puedes crear música para que alguien en algún lugar pueda cantar, bailar y olvidarse de sus problemas, tienes poder en ti.
Todos somos creadores de contenido.
Tengo una hija de 5 años, la veo aprender a leer y escribir…. Veo como coge un papel en blanco, lo transforma en un dibujo y provoca emociones maravillosas en sus abuelos. Con 5 años ya tiene el poder de crear algo de la nada y provocar emociones en su audiencia.
Como creadores, nuestro poder no radica en ocupar cargos gubernamentales. No necesitamos establecer reglas y controlar a las personas y obligarlas a hacer lo que no quieren.
Todo lo que necesitamos hacer es crear algo. Existe auténtica magia en el acto de crear. Nos da poder. Nos hace creer que podemos hacer cualquier cosa.
Sin duda, las personas que más recordamos en la historia son las que crearon algo. Albert Einstein, Steve Jobs, John Lennon, Pablo Picasso, Miguel de Cervantes, Unamuno… Da igual que fueran fórmulas matemáticas, aparatos electrónicos, música, pintura, libros,…
Diferentes políticos han gobernado en diferentes épocas de la historia y ¿qué han dejado la mayoría? Probablemente no haya mucho que recordar.
Y mientras que los políticos cambian, todavía disfrutamos leyendo libros como El Quijote o El señor de los anillos. Disfrutamos de los coches, aviones, libros, música y arquitectura de personas que crearon algo.
La capacidad de crear cualquier cosa que pueda ser de valor para alguien es el poder supremo. Lo bueno es que todos lo tenemos.
Si eres cristiano, habrás escuchado o leído la historia en la Biblia de la multiplicación de los panes y los peces, de cómo Jesús alimentó a 5.000 personas con 2 panes y 5 peces.
No quiero entrar en la polémica fácil de si lo crees o no, simplemente en que reflexiones como una persona que atrajo a cientos o miles de personas, se convirtió en el fundador de la organización más rica y longeva de la historia, dejó de lado el poder político y se centró en crear, en seguir con su propósito de vida.
Jesús fue un creador. Eso ya es suficiente poder, y tú, también tienes el mismo poder dentro de ti.
Hoy, puedes hacer que un millón de personas vibren con tu música. Puedes inspirar a un millón de personas con palabras que los muevan y les hagan sentir algo. Puedes crear un producto que sea utilizado por miles de millones de personas en todo el mundo.
Todo lo que tienes que hacer es crear algo que la gente ame, disfrute y encuentre valor.
Serán tu audiencia, se convertirán en tus seguidores.
Tu comunidad se convertirá en tu fuente de ingresos, tu contenido será la gasolina que hará crecer tu comunidad.
Este es un poder que no tiene ningún líder político y no tienes que buscarlo en ningún lugar más que dentro de ti.
¿A qué estás esperando?